¡Soy nadie! ¿Quién eres?
¿Eres -nadie- también?
¡Somos entonces un par!
No lo digas son capaces de descubrirnos – lo sabes.
¡Qué horrible -ser- alguien!
Que impudicia -como una rana-
decir vuestro nombre – todo el santo día-
a un admirativo pantano.
(E. Dickinson, poema 288)